martes, 22 de marzo de 2011

Un equipo que perdió el alma


BUENOS AIRES -- Todavía me pregunto en qué estaría pensando Donnie Walsh cuando acordó traer a Carmelo Anthony a cambio de todo lo bueno que había desarrollado en la temporada.

Mi reino por ese hombre, dijo el gerente general en la Gran Manzana. Y cuando pasó el furor de la venta de camisetas -en el fondo, siempre es económico el tema-, los fanáticos pudieron darse cuenta la diferencia entre un burro y un caballo de carreras.

La defensa, según decía el mítico Red Auerbach, es la madre de todas las victorias. Una apreciación acertada y confirmada a lo largo de los años, pero hay que ir un poco más lejos para que el concepto se entienda a la perfección: la defensa es el alma de todos los equipos.

El ataque seduce, es impactante, promete. Pero es la defensa la que contagia a público y equipo en el caso de ejecutarla bien, y que frustra si se realiza en dirección contraria.

Los Knicks, al contratar a Carmelo Anthony, destruyeron la química grupal que tanto habían buscado a lo largo de los años. Tan grande era la necesidad de contratar una estrella que terminaron firmando un pacto con el demonio para hacerse de sus servicios. Todo sea por ganarle la pulseada a los Nets, un equipo que podía "romper todo" y fichar a Melo porque se encontraba en condiciones completamente diferentes a los Knicks, siempre parándonos desde un punto de vista deportivo.

Hoy en día no se sabe a qué juegan los Knicks. Atrás quedaron los tiempos del pick and roll entre Raymond Felton y Amare Stoudemire, la aparición sorpresiva de Wilson Chandler y Landry Field en el lado débil y el aporte silencioso pero efectivo de Danilo Gallinari. Ese equipo tenía química, transmitía algo. Hoy ya queda en la retina de la nostalgia.

En los últimos juegos, los ataques de New York han sido desprolijos y cargados de juego individual, y las defensas exhibieron piernas sin la flexión adecuada y con la misma reacción en las ayudas que una tortuga acalambrada.

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